Feb 13, 2014 Camilo África y Oceanía, Casablanca, Columnistas, Con Amigos, Destinos, En pareja, Estilos de viaje, Marruecos, Verónica 0
Casablanca es una ciudad cosmopolita, inmortalizada por el cine y bañada por el océano Atlántico. Cuando cae el sol, locales y viajeros se acercan a los bares de la playa para disfrutar de su ambiente nocturno efervescente.
Uno de mis lugares preferidos para recorrer de noche, aunque cueste creerlo, es la Mezquita Hassan II. De noche y gracias a la iluminación, la mezquita más alta del mundo y la más grande (después de La Meca), se encuentra enmarcada por un ambiente místico y reflexivo. Muchas personas caminan por sus alrededores, disfrutando de sus mayólicas, sus pisos, sus arcadas.
Si de cenar se trata y de elegancia, uno de los mejores sitios es el restaurant Le Basmane (ubicado en el Hôtel Club Val d’Anfa, en la intersección de los bulevares Océan Atlantique y de la Corniche). Con sus azulejos y mayólicas de las paredes y sus velas encendidas, se destaca por la calidad de su gastronomía típica y el buen gusto de su decoración.
También valen la pena Cabestan Ocen View (90, Boulevard de la Corniche), Gossip Beach (50, Boulevard de la corniche) o Sens (en el Twin Center, en el Boulevard Zerktouni) con sus vistas excelentes al mar y su ambiente romántico y sofisticado.
A Casablanca no le faltan películas que la nombren. Desde la mítica Casablanca (1942) a secas (en la que Humphrey Bogart le asegura a Ingrid Bergman: “Siempre tendremos París”), pasando por Noches de Casablanca (1963), hasta llegar a la comedia Una noche en Casablanca (1946). Sin embargo, muchos de estos actores nunca salieron de un estudio de cine en Estados Unidos.
Me desilusioné terriblemente cuando supe que lo que había creído que era el paisaje urbano de Casablanca, no era otra cosa que una construcción escénica realizada en un estudio de Los Ángeles. La ciudad y cabaret que aparecen en Casablanca (1942) nunca existieron.
Mi pena solo fue compensada con la creación, en 2004, de Rick’s Cafe Americain (rickscafe.ma – 248, Boulevard Sour Jdid). Para los que hemos quedado inevitablemente enamorados de aquella escena en la que Sam, el pianista, toca As time goes by, nada mejor que el café. La copia fiel del antiguo cabaret está ubicada en la parte antigua de la medina. Su interior reproduce exactamente el decorado que se ve en la película, un piano de los años 30 está ubicado en el centro y la mítica melodía suena seguido (porque siempre hay un nostálgico que se acerca al pianista para decirle “tócala de nuevo, Sam”).
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